28 enero 2010


Margarita Salas

Silvia Fernández
Margarita Salas
Autor: D.R.
Decidió estudiar Ciencias Químicas y dedicar su existencia a la investigación científica cuando ninguna mujer en nuestro país se atrevía a hacerlo. Tres hombres confiaron en ella: su padre, que deseaba que llegara a la universidad; Severo Ochoa, que le dió una oportunidad en EE.UU.; y su marido, el también investigador Eladio Viñuela, que cambió de objeto de estudio para que nadie pensara en ella como la “mujer de”. Su inteligencia y las jornadas de 12 horas hicieron el resto y le han valido grandes éxitos. El último: ser la primera española que ingresa en la Academia Nacional de Ciencias de EE.UU.
PREGUNTA. No se cansa de ser siempre la primera mujer que...

RESPUESTA. Lo importante sería que otras consiguiesen este tipo de reconocimientos.

P. ¿La tomaron en serio cuando dijo que quería investigar?

R. No. En 1961 en España no se consideraba seriamente a la mujer científica. Se pensaba que lo hacía para pasar el rato o que no valía para ello.

P. ¿Se sintió discriminada?

R. Aquí, sí, pero en Nueva York, cuando fui a trabajar con Severo Ochoa en el 64, no. Allí, si hacía un buen trabajo, se me reconocía. Fue la primera vez que me sentí persona desde el punto de vista científico.

P. ¿Ha cambiado este panorama?

R. Sí. En este momento, el número de chicas que están haciendo la tesis doctoral en el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa sobrepasa al de chicos. Y empiezan su carrera con el mismo ímpetu e interés que pueda tener un hombre y con la intención de quedarse.

P. ¿Hay conciliación en su campo?

R. Las científicas tienen las mismas trabas que el resto de las mujeres: la sociedad no ayuda mucho a que la mujer pueda ser trabajadora y madre. Las responsabilidades no están distribuidas equitativamente.

P. Pero usted ha sido madre, ¿cómo logró conciliar ambas facetas?

R. Porque fue una maternidad tardía. Me casé a los 24, pero no tuve a mi hija hasta los 37, cuando lo pude compaginar.

P. ¿Es difícil investigar en España?

R. Los jóvenes y los investigadores de universidades pequeñas lo tienen difícil. Hay escaso presupuesto, pocos puestos de trabajo... En su caso, dedicarse a la investigación es casi una heroidicidad.

P. Tiene 68 años... ¿se jubilará?

R. Para mí, la palabra jubilación está maldita. No pienso hacerlo nunca. Moriré con la bata puesta... Y espero que no sea porque me muera pronto.

UN VIRUS DE 40 AÑOS

• Margarita Salas y su equipo llevan cuatro décadas investigando un virus pequeño (apenas 20 genes) pero muy complejo: el phi 29.

• “Hemos tenido mucha suerte con él: descubrimos una proteína que se requiere para la multiplicación del ADN viral y esto es un sistema modelo para otros virus de interés sanitario (poliomelitis, hepatitis C...). Y desde el punto de vista práctico, la adnpolimerasa que produce cuando infecta a una bacteria se emplea para amplificar ADN millones de veces en análisis genéticos o forenses”, explica la experta.

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